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LÍMITE EN LAS EMISIONES DE CO2 ¿NO REACCIONA EL SECTOR?

 

La semana pasada, la Comisión Europea ha planteado la obligación de los constructores europeos de automóviles de reducir en un 30% los niveles de emisiones CO2 de los vehículos en el año 2030 con relación a las emisiones de 2021. La reacción de la Comisión Europea se puede entender tras el fiasco generado por determinadas marcas que realizaron trampas para cumplir en los últimos años con los límites de emisiones establecidos.

La cuestión es plantearse si la industria del automóvil es y será capaz de cumplir con las cada vez mayores exigencias planteadas por Bruselas sin romper el necesario equilibrio de una industria fundamental para entender el desarrollo industrial de la UE en los últimos cincuenta años.

Los fabricantes Europeos, representados en la Asociación Europea de Constructores ya han comunicado que los límites impuestos para el año 2030 van a ser casi inasumibles para el sector. Así lo ha hecho saber el secretario de esta organización europea, Erik Jonnaert en declaraciones a la prensa en fecha reciente, si bien “agradece” que la Comisión haya dado de plazo hasta el año 2030 para establecer el nuevo límite de emisiones.

Conociendo como está configurada la estructura industrial de los fabricantes europeos, con un volumen de producción histórica orientada a la fabricación de motores de combustión y aun pasando por la potenciación al máximo de los vehículos denominados alternativos, resulta realmente complicado asumir un cambio tan radical en un espacio temporal tan corto como el planteado, de prácticamente 12 años, sin que además se valore el impacto que en la fabricación y consiguiente empleo industrial va a tener este cambio tan radical, como también el impacto que este cambio va a tener en la importante actividad de la distribución y en general en toda la cadena del sector de la automoción.

A estas alturas, nos debemos preguntar cómo es posible que un sector que representa en la Unión Europea prácticamente el diez por ciento de su producto interior bruto acepte sin práctica oposición esta imposición política que puede tener unas consecuencias catastróficas no solo para el sector fabril, sino para toda la economía regional.

Nadie en su sano juicio se opone al desarrollo de medidas medioambientales incidentes sobre el sector del automóvil y que se establezcan plazos para la consecución de objetivos, pero la situación de caos en la que se encuentran determinados fabricantes y el intento de no contrariar a la administración europea, no puede significar un paso adelante que puede ser suicida. Un sector de la importancia del automóvil en Europa debe reconocer sus errores y sin duda enmendarlos, pero no puede aceptar sin más imposiciones de mucho interés para los políticos pero que pueden suponer un trauma para la industria y consecuentemente para millones de personas en toda Europa.